Los zancos, también denominados “pantomimas”, “perna de pau”, “chamancas” o “tretrekautun”: son simples artilugios construidos con palos o ramas de árbol de forma, casera a las que se les adosaban latas atadas; y que colocados en los pies permiten caminar a una cierta altura sobre el suelo. Si bien su uso es básicamente lúdico, hay quienes los usan incluso en la actualidad como un instrumento de trabajo para poder andar por lugares anegados o pastorear los campos.
Desde la antigüedad fueron utilizados por tribus y civilizaciones que no se conocían entre sí, y todavía hoy son una tradición viva. En América se conocen antes del primer contacto con los españoles. Aztecas y decoraciones de “zanqueros” en templos Mayas así lo atestiguan. En el Popol-Vuh, se relata un baile o “Chitic” que se realiza para engañar a los señores del inframundo de Xilbalbá. En Jamaica, Haití, Trinidad Tobago y Cuba, los primeros bailadores sobre zancos provienen de África, donde eran muy conocidos desde la antigüedad más remota en ritos agrarios, de iniciación, funerarios o casamiento. Todavía en algunas tribus de Nigeria se realizan complejas danzas acrobáticas para mediar entre la vida y la muerte. Es curioso por otra parte su uso en la India donde los guerreros marchaban a combate: en elefantes si eran ricos y en zancos si eran pobres.
Cómo Jugar:
Existen esencialmente dos tipos de zancos. Los que se sujetan con las manos y los que sujetan directamente a las piernas por medio de cintas, correas o precintos. Esta última opción tiene la ventaja de que al tener las manos libres es más fácil mantener el equilibrio y se pueden realizar gestos o piruetas con objetos en las manos. El punto de apoyo “galla” varía en altura acorde a la edad y el grado de confianza que se tenga de ellos. El desplazamiento en zancos es muy distinto a la marcha sin ellos, se inmoviliza el tobillo y la marcha se produce exclusivamente por acción de la cadera y la rodilla; además, el centro de gravedad se eleva con la consiguiente inestabilidad que esto produce.
En ocasiones, y si los corredores eran o presumían de ser muy hábiles, se colocaban obstáculos a lo largo del trayecto, como troncos, ramas, piedras, etc. Si durante el recorrido algún corredor perdía el equilibrio y se caía, tenía que volver a la línea de salida y empezar de nuevo su andadura. Lógicamente, el vencedor era aquel que cruzase primero la línea de meta establecida.
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